De extracción humilde, Santa Cruz del Astillero Jalisco lo vio nacer entre gente de trabajo, esa que con el sudor de su frente sabe ganarse el pan de cada día. Con esa distinción imborrable de su cuna llegó muy joven a la ciudad capital para enrolarse en una actividad que sin quererlo le abrió las puertas del mundo: el futbol.
En ese entonces el nombre de José Martínez González no decía mucho cuando a los 14 años recibió la oportunidad de ingresar a las filas del único equipo profesional en el que jugó toda su vida: el Guadalajara. Desde el principio destacó por su habilidad, rapidez y un bendito tiro de media distancia con la pierna derecha que maravillaba a todo aquel que lo observaba dentro del terreno de juego.
Pepe Martínez se convirtió de pronto en el jugador a seguir, surgido de la cantera rojiblanca, con tamaños de figura por sus innegables dotes dentro del terreno de juego su complemento era la sencillez de un hombre bueno, integro y decente que llegó a ganarse a pulso el afecto y cariño de sus compañeros de equipo.
A los 28 años su carrera se comenzó a transformar en leyenda, cuando en un duelo de corte amistoso celebrado en Los Ángeles, California cuando de su mano el Rebaño dictó una cátedra de futbol al Argentinos Juniors, escuadra pampera que traía entre sus filas a un diamante en bruto Diego Armando Maradona, quien frente al futbol alegre, generoso y productivo como el de José Martínez González no tuvo más que rendir pleitesía.
El número 22 del Guadalajara llenó por completo el ojo de los argentinos, quienes aunque soberbios por naturaleza, también doblaron las manos y ofrecieron un espacio para que Pepe Martínez llevara su futbol a Sudamérica y por qué no, convertirse así en el socio ideal de su naciente figura dentro de las canchas.
El 14 de febrero de febrero de 1981, la historia de Pepe Martínez dio un giro inesperado cuando un fatal accidente en la carretera le cortó las alas de vida al talentoso volante ofensivo rojiblanco, quien ese día y sin imaginarlo decidió cambiar su lugar habitual en el autobús rojiblanco con su gran amigo Hugo Díaz de la Paz.
La profunda tristeza por la pérdida del ser humano, del hermano, del padre de familia, del amigo y futbolista poco a poco se hizo llevadera para su familia, hijos, amigos y el propio Club Deportivo Guadalajara. Pepe Martínez no pudo estar en Argentina porque su futbol tenía destinos celestiales, no hizo larga carrera en Chivas porque su figura estaba destinada a ser mítica, inolvidable y entrañable.
31 años sin Pepe Martínez, 31 años sin un hombre que fue llamado al cielo temprano y quizá desde lo más alto del firmamento está deleitando a los querubines jugando al balón. Pepe Martínez el buen amigo, el gran ser humano seguro sigue tan generoso como siempre con el futbol, ese deporte al que se entregó como un profesional desde el primer día que lo practicó.