“Rafles” Orozco, ejemplo de entrega y profesionalismo.

Uno de los jugadores que contribuyeron a darle al Guadalajara la identidad de ser un equipo orgulloso de su mexicanidad, de aspirar a ser protagonista en cada competencia en la que participa, fue sin duda Rafael Orozco Torres, quien el pasado jueves falleció en la Perla Tapatía.
 
Rafael Orozco nació en 1922 en Arandas, Jalisco, pero muy joven emigró hacia la Perla Tapatía, donde ingresó al Club Deportivo Guadalajara para realizar su formación como futbolista, pues hizo un recorrido por los conjuntos infantiles y juveniles, así como de Primera Fuerza, en los cuales daba claras muestra de su calidad.
 
Esas cualidades le permitieron integrar la Selección Jalisco que en 1943 conquistó el campeonato nacional, celebrado en Veracruz, mientras que a su regreso al Guadalajara, el conocido ‘Rafles’ formó parte de la escuadra que comenzó la historia de la institución rojiblanca en la época profesional del futbol mexicano.
 
El oriundo de Arandas conformó la alineación con la cual el equipo tapatío enfrentó al Atlante el 21 de octubre de 1943, en el arranque de la campaña 1943-1944, la primera del profesionalismo en el Futbol Mexicano, aunque su primer juego en el futbol ‘de paga’ había sido unos meses antes frente al Atlas, en el certamen de la Copa México, correspondiente a esa misma campaña.
 
Orozco jugó la mayor parte de su carrera como mediocampista y lo hacía con mucho pundonor, era un jugador ponía el corazón en cada partido, como quedó demostrado en repetidas ocasiones, entre las cuales destaca la del primer Clásico contra el América, el domingo 16 de enero de 1944 en el Parque Oblatos, cuando en el segundo tiempo tapó con arrojo un remate de tijera Octavio Vial, quien le abrió la frente, pero cinco minutos después el ‘Rafles’ volvió a la cancha para continuar su sobresaliente actuación en el partido, al controlar al talentoso uruguayo Roberto Scarone y dar el pase para el tercer gol, con el cual Guadalajara venció a la postre por 3-1 al equipo capitalino.
 
Asimismo, al año siguiente Rafael Orozco dio otra muestra de su profesionalismo al estar presente en el juego del domingo 9 de septiembre contra el Moctezuma, tres días después del fallecimiento de su madre, María de la Luz Torres. “Soy deportista y muy profesional, estaré el domingo próximo en la cancha para defender la camiseta rayada del Guadalajara”, declaró el ‘Rafles’ al diario El Informador para después contribuir al triunfo de la escuadra rojiblanca por 1-0 frente al conjunto orizabeño.
 
Esa pasión y disposición por estar presente en cada partido de las Chivas, al punto de cambiar de posición de centrocampista a defensor en sus últimos años de su carrera, ante la modificación del sistema de juego hecha por el entrenador escocés William Reaside, hizo que Orozco ganara el respeto de la afición rojiblanca en una etapa en la que el Guadalajara era conocido por el ‘ya merito’ al quedar muy cerca de la conquista de títulos, además de ser el jugador que cometió el penal que le permitió al Atlas ganar por la mínima diferencia el segundo Clásico Tapatío de la campaña 1950-1951 y con ello proclamarse Campeón de Liga.
 
El ‘Rafles’ jugó hasta 1953 con las Chivas y en su despedidas recibió el reconocimiento de la afición rojiblanca, que lo ovacionó de pie al disputar su último encuentro oficial el 22 de marzo de ese año en el duelo de la Copa México contra Tampico y el 27 de diciembre contra el Santa Fe, de Colombia, en partido de carácter amistoso.
 
Fue así que Rafael Orozco inscribió su nombre con tinta indeleble en la historia del Club Deportivo Guadalajara, incluso hasta el momento de llegar al final de su camino en el mundo terrenal, pues fue el último sobreviviente de los jugadores que disputaron el primer partido del conjunto rojiblanco en la época profesional.